viernes, 3 de octubre de 2008

No es sólo cuestión de imagen

El observador, esta semana, quiere detenerse en un aspecto de la vida local que desde hace años ocupa y preocupa a una buena parte de los vecinos y vecinas de nuestro pueblo. Nos referimos a la imagen que, por culpa de determinados sectores de población, se da de nuestro pueblo. Somos muchos los que hemos sufrido algún comentario jocoso cuando nos desplazamos fuera de Barbate y nos preguntan de dónde somos o nuestro lugar de residencia.

En el mejor de los casos, hay quien lanza o espeta un comentario como compadeciéndose de nuestra suerte, por ejemplo: “¿De Barbate? Uy, allí no está muy bien la cosa, ¿no?” Pero hay quien en otras ocasiones no duda en hacer un juicio de valor directo en el que incluyen, lamentablemente, a todo el conjunto de ciudadanos aunque, en verdad, su comentario se refiera a unos pocos. Así, lanza cual dardo envenenado afirmaciones como “¿Barbate? ¿La ciudad sin Ley?”

Es lamentable que el comportamiento de unos pocos y la dejación de responsabilidades de quienes tienen que velar por una convivencia armoniosa y ajustada a unos comportamientos cívicos correctos por parte de todos/as los vecinos/as, hayan venido a fraguar una imagen de nuestro pueblo que nada tiene que ver con lo que realmente es. Quienes hacen estos comentarios, han recibido la información o bien de un titular de prensa o bien de haber pasado alguna vez por nuestro pueblo y haber comprobado algunos comportamientos poco “normales” de quienes han hecho de las calles de Barbate un circuito urbano sin respetar las mínimas normas de tráfico, pero se olvidan que de una u otra forma estos individuos no representan al conjunto del pueblo, sino afortunadamente y por ahora a un porcentaje aún pequeño.

Se ignora y se desconoce que Barbate también son esas cientos y miles de personas que, amablemente, comparten con los visitantes sus agradables momentos en sus playas o terrazas del paseo marítimo. Que Barbate son esos hombres de la mar que arriesgan su vida y que, lamentablemente, sólo se acuerdan de ellos con grandes titulares cuando sucede una desgracia. Desconocen, igualmente, que Barbate ofrece en múltiples ámbitos de la cultura a gente de un gran valor, al tiempo que recibe las visitas de muchas personas del mundo de la cultura que quedan atrapados por los encantos de este pueblo.

¿Por qué seguir sufriendo la imagen que unos cuantos desaprensivos dan de nuestro pueblo? ¿Por qué no se llevan a cabo actuaciones reales que permitan dimensionar la imagen de nuestro pueblo en positivo en otros lugares? Nos gustaría hacer una serie de observaciones.

La primera observación, es que se ha intentado cambiar esa imagen, acudiendo a campañas de marketing, donde se partía de la premisa que cambiar la imagen era sacar un eslogan. Campañas que conllevaron un gasto público importante, en un ayuntamiento en déficit, pero que a simple vista parecen no haber conseguido sus objetivos. Campañas que sirvieron más a los intereses particulares de algunos grupos políticos que a los generales del pueblo.

La segunda observación, está relacionada directamente con la anterior. Nos referimos, pues, que para cambiar la imagen hay que cambiar el contenido. Por mucho que se empeñen en elaborar un producto de marketing no se conseguirá nada si determinados comportamientos que afean la vida en comunidad se produce con total impunidad. El principio, pues, de responsabilidad de las autoridades competentes para que el comportamiento de unos pocos no dañe la imagen del vecindario, exige que de una vez por todas se tomen las medidas adecuadas y pertinentes para eliminar dichas conductas. No se puede permitir que determinadas zonas del pueblo estén copadas por pequeños grupos de gente que molestan a todo el vecindario. La autoridad ejercida en el beneficio del conjunto, siempre será una autoridad aceptada.

La tercera observación la relacionamos con lo hasta aquí expuesto. Para aplicar el principio de autoridad, es necesario que la autoridad o que los responsables públicos sean los primeros en cumplir con todas y cada una de las normas establecidas. Nadie o ningún responsable político puede exigir a ninguna persona que se ajuste a las normas establecidas si él es el primero en no cumplirlas. Nadie es perfecto. Todo el mundo puede cometer un error. Todo el mundo puede cometer una falta, pero cuando las faltas son reiteradas el incumplimiento de la norma se transforma en un no cumplimiento intencionado. Así pues, debería de establecerse un código de comportamientos de todos aquellos que quieren ser representantes de sus vecinos para que fueran los primeros en dar ejemplo con su buena conducta. Sabido es la de veces que se ha visto a un responsable público hablando con el teléfono móvil mientras iba conduciendo su coche, o los comentarios que han volado por Internet y en la prensa sobre algún que otro concejal que se atrevió a preguntar en la comisaría de policía dónde se encontraba el control de alcoholemia una determinada noche.

Por último, nos gustaría realizar la cuarta y última observación a este respecto. ¿Qué podemos hacer cada persona que quiera realmente a Barbate para colaborar en cambiar la imagen negativa que en el exterior se puede tener? Es obvio que los ciudadanos de a pie no podemos hacer nada para corregir los desmanes de unos pocos. Es más afrontar el recriminar alguna conducta a un descerebrado o puede ocasionar más de un “calentaero” de cabeza, por eso quizás lo mejor sea dejar esta tarea para los profesionales de la seguridad y del orden público.

Sin embargo, no es menos obvio, que cada uno con nuestro comportamiento individual, podemos facilitar una buena imagen de nuestro pueblo. Si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de barbateños y barbateñas son “la mar de buena gente”, el resultado final no debe ser otro que la inolvidable y agradable huella que dejaremos en la memoria de nuestros visitantes. Por ello, no esta de más recordar, que los de a pie podemos conducir con cordura, mantener limpio nuestro pueblo, tirar las basuras a las horas establecidas, recoger la caca de nuestros perros, cuidar el mobiliario urbano, respetar los árboles y no usarlos como vallas publicitarias, sentirnos orgullosos de nuestras tradiciones y costumbres unidas al mar, dar a conocer nuestras exquisiteces culinarias, conservar y cuidar nuestro entorno natural como uno de nuestros mayores patrimonio, etc. Como se ve, lo importante no es la imagen sino lo que detrás de ella se esconde.

El Observador

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