viernes, 10 de octubre de 2008

Barbate ciudad educadora.


Esta semana abordamos desde estas líneas la experiencia de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras. La intención es ofrecer a la opinión pública en general otros modelos otras referencias distintas a la hora de organizar y planificar el desarrollo y la convivencia en una ciudad.
Desde que en noviembre de 1990 se celebrara en Barcelona el primer congreso internacional de ciudades Educadoras, la Carta inicial recogía los principios básicos para el impulso educativo de la ciudad (este documento puede ser consultado íntegramente en la siguiente dirección de Internet http://www.bcn.es/edcities/aice/estatiques/espanyol/sec_charter.html.
Parte esta declaración por reconocer, en su preámbulo, que “la ciudad, grande o pequeña, dispone de incontables posibilidades educadoras, pero también pueden incidir en ella fuerzas e inercias deseducadoras”. Destacaba como “la ciudad educadora ha de ejercitar y desarrollar esta función paralelamente a las tradicionales (económica, social, política y de prestación de servicios), con la mirada puesta en la formación, promoción y desarrollo de todos sus habitantes”. Deberá atender prioritariamente a los niños y jóvenes, “pero con voluntad decidida de incorporación de personas de todas las edades a la formación a lo largo de la vida”. Defiende este documento fundacional que “las ciudades de todos los países deben actuar, desde su dimensión local, como plataformas de experimentación y consolidación de una ciudadanía democrática plena, promotoras de una convivencia pacífica mediante la formación en valores éticos y cívicos, el respeto a la pluralidad de las diversas formas posibles de gobierno y el estímulo de unos mecanismos representativos y participativos de calidad”.
Apuesta por la promoción del “equilibrio y la armonía entre identidad y diversidad, teniendo en cuenta las aportaciones de las comunidades que la integran y el derecho de todos los que en ella conviven a sentirse reconocidos desde su propia identidad cultural”. Afirma que “la ciudad educadora no busca soluciones unilaterales, simples” sino que “acepta la contradicción y propone procesos de conocimiento, diálogo y participación como el camino idóneo para convivir en y con la incertidumbre”es decir la participación social como herramienta educativa.
Posteriormente en ese documento se desarrollan una serie de principios en los que se debe fundamentar la CIUDAD EDUCADORA. Comienza por el derecho de todos los habitantes a disfrutar, en condiciones de libertad e igualdad, de los medios y oportunidades de formación, entretenimiento y desarrollo personal que la ciudad ofrece. Para ello, es necesario que “en la planificación y gobierno de la ciudad se tomaran las medidas necesarias encaminadas a suprimir los obstáculos de cualquier tipo, incluidas las barreras físicas, que impidan el ejercicio del derecho a la igualdad”.
Defiende “la educación en la diversidad, para la comprensión, la cooperación solidaria internacional y la paz en el mundo. Una educación que combata cualquier forma de discriminación; que favorecerá la libertad de expresión, la diversidad cultural y el diálogo en condiciones de igualdad; que fomente el diálogo entre generaciones”. Para ello plantea que “las políticas municipales de carácter educativo se entenderán siempre referidas a un contexto más amplio inspirado en los principios de la justicia social, el civismo democrático, la calidad de vida y la promoción de sus habitantes”.
Contempla como las autoridades locales deberán ejercer “con eficacia las competencias que les correspondan en materia de educación”. Para poder llevar a cabo esta actuación adecuada “las personas responsables de la política municipal de una ciudad deberán tener información precisa sobre la situación y necesidades de sus habitantes. En este sentido realizarán estudios, que mantendrán actualizados y harán públicos, y establecerán canales permanentes abiertos a individuos y colectivos que permitan formular propuestas concretas y de política general”.
Defiende como “la valoración de sus costumbres y de sus orígenes ha de ser compatible con las formas de vida internacionales. De este modo podrá ofrecer una imagen atractiva sin desvirtuar su entorno natural y social”. Por ello, el desarrollo y crecimiento de las ciudades “deberán estar presididos por la armonía entre las nuevas necesidades y la perpetuación de construcciones y símbolos que constituyan claros referentes de su pasado y de su existencia. La planificación urbana deberá tener en cuenta el gran impacto del entorno urbano en el desarrollo de todos los individuos, en la integración de sus aspiraciones personales y sociales y deberá actuar contra la segregación de generaciones y de personas de diferentes culturas, las cuales tienen mucho que aprender unas de otras”. En este sentido resalta como la ordenación del espacio físico urbano atenderá las necesidades de accesibilidad, encuentro, relación, juego y esparcimiento y un mayor acercamiento a la naturaleza. La ciudad educadora otorgará un cuidado especial a las necesidades de las personas con dependencia, en su planificación urbanística, de equipamientos y servicios, con el fin de garantizarles un entorno amable y respetuoso con las limitaciones que puedan presentar, sin que hayan de renunciar a la máxima autonomía posible. No menos importante es que el gobierno municipal dote “a la ciudad de los espacios, equipamientos y servicios públicos adecuados al desarrollo personal, social, moral y cultural de todos sus habitantes, con especial atención a la infancia y juventud”. Al tiempo que se garantice “la calidad de vida de todos sus habitantes. Ello supone el equilibrio con el entorno natural, el derecho a un medio ambiente saludable, además del derecho a la vivienda, al trabajo, al esparcimiento y al transporte público, entre otros. A su vez, promoverá activamente la educación para la salud y la participación de todos sus habitantes en buenas prácticas de desarrollo sostenible”.
Importantísimo para conseguir el objetivo de una ciudad educadora es fomentar la participación ciudadana “desde una perspectiva crítica y corresponsable. Para ello, el gobierno local facilitará la información necesaria” y “estimulará, al mismo tiempo, la participación ciudadana” al tiempo que el municipio deberá garantizar información suficiente y comprensible e incentivará a sus habitantes a informarse. En esta dinámica se debe fomentar la cohesión social entre los barrios y sus habitantes de toda condición, proponiendo “se estimule el asociacionismo como forma de participación y corresponsabilidad cívica, que contribuirá en la formación para la participación en los procesos de toma de decisiones, de planificación y de gestión que la vida asociativa conlleva” al tiempo que se deberá “ofrecer a todos sus habitantes la formación en valores y prácticas de ciudadanía democrática: el respeto, la tolerancia, la participación, la responsabilidad y el interés por lo público, por sus programas, sus bienes y sus servicios”.
Sirvan estas observaciones para quienes tienen en sus manos la responsabilidad de crear una nueva ciudad, sirvan estas líneas para que quienes tienen que tomar decisiones las tomen a favor de los tiempos y no en contra de ellos.
El Observador

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