viernes, 5 de septiembre de 2008

Malas obras


Por más vueltas que se le da no se logra entender. ¡Claro! ¿Qué va a ser? Lo de la rotonda. Algunos pensarán que el tema o asunto no requiere de una sola palabra, que lo que está a la vista no necesita candil, que su construcción roza lo surrealista; en fin, que esto no tiene remedio. Otros, los menos, justificarán sus continuas reestructuraciones por factores ajenos, como si nadie tuviera responsabilidad en el diseño o proyecto, en la ejecución de las obras, etc, La rotonda se ha convertido en el telar de Penélope, que se tejía por el día y destejía por la noche a la espera de su Ulises.

El asunto de la rotonda podría dar para algún que otro artículo de opinión o carta al director con DNI de difunto o difunta que en eso no se repara, para comentarios tertulianos en bares y cafés, para miles de letrillas carnavalescas… Pero, claro está, para eso deberían de estar gobernando otros y entonces las musas acudirían para que los autores del régimen desplegaran sus plumas. Ahora no les duele su pueblo.

Lo cierto es que hasta el más despistado habrá observado que se ha cambiado el diseño de la rotonda en varias ocasiones, que llevamos dos veranos soportando las obras en la entrada del pueblo produciendo atascos y problemas de circulación. Que para colmo en la acera frente a la gasolinera nos encontramos una especie de panel mural de ladrillos. Esto no es otra cosa que el cuadro de mandos del agua, que se ha puesto en un lugar inadecuado creando una nueva barrera arquitectónica (por si teníamos pocas una más) al dejar reducido el espacio para transitar por dicha acera.

Pero esto es lo que se ve a simple vista. Sin embargo, si observamos con atención podremos descubrir otras muchas cuestiones quizás más alarmantes y preocupantes. Nos referimos al gasto público que conlleva hacer y deshacer una obra de forma reiterada durante más de un año. No debemos olvidar que en ella han tejido y destejido empresas privadas, operarios municipales, y maletillas de la construcción. Que cada vez que se ha construido y vuelto a construir se ha gastado dinero en materiales. Y aquí nos gustaría hacer la siguiente observación ¿no se podría haber empleado este dinero y gasto en el arreglo de alguna que otra calle incluidas las aceras?. Barbate va camino de entrar en el libro guiness de los records por no tener casi ninguna calle transitable.

La observación más preocupante es que este pueblo se puede estar acostumbrando al mal uso del dinero público, como si eso fuera lo normal o natural. Podemos pasear por la calle Agustín Varo y observamos como no para de deteriorarse. Desde que se hizo su “arreglo” los trozos de falso adoquinado no han parado de desprenderse por lo bordes, los mármoles blancos, que cuarteaban y delimitaban la zona central de las “aceras”, han desaparecido en varios tramos de la misma.

Llama la atención que una obra pública, que debe tener un seguimiento y garantía como cualquier obra, no preocupe. A nadie parece importarle su estado, nadie pide responsabilidades, nadie se plantea cuánto dinero nos ha costado y cuanto nos va costar ponerla en condiciones. Aunque no es el único ejemplo que podemos poner. No menos lamentable es el estado de la barriada Fátima. A pesar de los años para su arreglo, esta zona central del pueblo sigue en un estado deplorable. Hasta los vecinos parecen acostumbrados.

En este rosario de malas obras no podemos olvidar la que se hizo en la avenida Atlántico, con un acerado mal terminado que acumula las aguas de lluvia en esas isletas donde se anclan las farolas en un suelo a desnivel. A ello habría que añadir la falta del más mínimo mobiliario público. En resumen si nos fijamos el arreglo de esta avenida es un claro ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas, pues ha quedado peor que antes de arreglarla, ello debería servir de lección para no repetir los mismos errores.

Otro ejemplo del gasto público irresponsable es el cambio de los rótulos de las calles. El gobierno anterior cambió hace poco tiempo dichos rótulos manteniendo el callejero franquista, a pesar de que ya el Ayuntamiento había aprobado cambiar dichos nombres. Ahora habrá que sustituir 35 rótulos muchos de los cuales están nuevos ya que llevan poquísimo tiempo restaurados, es decir, ahora se hará por ley lo que se pudo hacer hace unos años sin necesidad de duplicar el gasto, pero quizás si se hubiera hecho así no estaríamos hablando de lo mismo, de lo mal que se mira por lo público o por el dinero público.

Y como olvidar el malgasto de la depuradora y los colectores, gasto millonario que aún pesa sobre este pueblo como una losa.

Ante ello una observación. ¿No sería más necesario que de una vez por todas la sociedad civil tome conciencia de que cuando se malgasta el dinero público en malas obras, todos y todas estamos perdiendo dinero, todos y todas estamos perdiendo la posibilidad de que otras cosas que están en mal estado puedan ser arregladas?.

Mientras tanto, el mundo gira y gira, como dice la canción, y parece no suceder nada hasta que no comprobamos como pueblos de alrededor mejoran. Posiblemente cuando la rotonda se termine y su juegos de luces y agua fluyan nadie volverá a recordar la de veces que esa rotonda ha sido derribada, el dinero que se ha gastado y la pésima gestión realizada. Las fotos de los diarios recogerán el momento de su inauguración y la amnesia colectiva volverá a surtir efecto. El gobernante pondrá su mejor sonrisa, los allegados venderán la obra, todos quedarán contentos e incluso habrá quien no tenga reparo en cantar las loas y parabienes de quienes deben preocuparse por lo público. Algo que ya pasó cuando tantas malas obras fueron inauguradas en nuestro pueblo

El Observador

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