viernes, 30 de mayo de 2008

Mirar para otro lado


Hoy, el OBSERVADOR se detiene en un hecho que le ha llamado la atención. En pleno siglo XXI, y viviendo como vivimos, en la parte del mundo que se corresponde con una sociedad rica los servicios sociales son un derecho conquistado a lo largo de muchos años de reclamaciones y reconocidos por las leyes.

La educación, la sanidad y los servicios sociales comunitarios marcan el nivel de bienestar de una sociedad mas que otros indicadores, debe ser por ello que el presidente del gobierno ha señalado que en el asunto de la financiación autonómica el debate estará en la educación y la sanidad.

Por ello, un pueblo que se precie debe cuidar estos aspectos, como indicadores reales de su desarrollo. Es obvio que, a pesar de existir profesionales y estructuras, muchas veces en el anonimato personas conciudadanos nuestros pasan situaciones de apuro. Los servicios se despersonalizan en las grandes urbes, la gente pierde su rostro humano y adquiere él de un número, pero en un pueblo, en un pueblo es distinto o al menos debe de serlo. En un pueblo el indigente, el necesitado debe tener más rostro humano, sabemos quien es, lo vimos crecer de niño, nos acordamos de su familia, es uno más.

Pero cuando la realidad se hace tan cruda que a nadie gusta lo fácil es mirar para otro lado, de esta forma no nos sentimos participes de la situación “es algo que no nos importa”. Entonces es cuando se hace más necesario que los poderes públicos arbitren unas medidas que impidan que estas situaciones se produzcan. Los servicios públicos en el ámbito de lo social y los profesionales que los desempeñan deben tener ese grado vocacional para poder hacer frente a esas situaciones que muchos intentan ignorar pero que ellos por obligación tienen que atender. Son una pieza fundamental en el desarrollo de los derechos y de cubrir las necesidades básicas que salvaguardan de la dignidad de las personas.

Es lamentable observar como en Barbate hay quien duerme en cajeros de Bancos como ocurre en las grandes ciudades. La diferencia como dije es que todo el mundo lo sabe, y lo peor es que la situación se mantiene. Quienes lo hacen son personas conocidas, que además requieren de ayuda asistencial por su situación personal, etc pero nadie parece tener interés en cambiar esto. Si hemos podido escuchar como en los plenos municipales a algunos gobernantes se les llena la boca con las bondades de la Ley de dependencia.

Hoy, queremos hacer esta observación para que no siga ocurriendo que se vea como normal que cuando cae la tarde los cartones colchones de los pobres, llenen algunas entradas de algún banco de nuestra localidad. Hoy hacemos esta observación para a quien corresponda de las instrucciones oportunas y dignifique a estas personas con un techo donde cobijarse y garantice los servios sociales que le ayudaran a cubrir sus necesidades asistenciales básicas, y todo ello por obligación.

El Observador.

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